En Dolce Vita no hay atajos ni concesiones para turistas; hay hospitalidad sincera, platos que cuentan historias y un servicio que emula la calidez de una mesa familiar preparada desde la mañana. Aquí se viaja en el tiempo y el espacio, con la memoria como brújula y el sabor como pasaporte.
Después de años como una taberna japonesa de culto (ese tipo de lugar que solo recomiendas a tus mejores amigos), Fukamura se reinventa y sube de nivel: ahora es un exclusivo templo del Sushi Omakase. ¿El chef? Daisuke Fukamura, una auténtica leyenda del cuchillo japonés, que ahora cocina como siempre soñó: sin carta, sin prisas y con sake premium que te hace ver fuegos artificiales.
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