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Cochinita, mezcal y actitud: así se vive México en La Curandera Barcelona

  • Foto del escritor: Wen Posada
    Wen Posada
  • 30 abr
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 18 nov


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En una ciudad donde las aperturas gastronómicas compiten por atención, La Curandera en Barcelona logra algo poco común: quedarse en la memoria. Su historia no es la típica narrativa de marketing; es casi una leyenda urbana que empezó en la Barceloneta con unas cuantas mesas, ambición, tradición y mucho cotorreo. Sus fundadores, movidos por la idea de crear un restaurante mexicano auténtico —más allá de la simplificación de tacos y margaritas— apostaron por recetas ancestrales, ingredientes reales y una atmósfera donde la fiesta conviviera con la cocina seria. Lo que comenzó a pasos pequeños terminó volviéndose un fenómeno.


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Tras convertirse en un hotspot en la playa (y sobrevivir inspecciones, pandemia y obstáculos dignos de telenovela), el proyecto encontró nueva vida en Eixample. Allí, La Curandera evolucionó y creció: la carta se volvió más completa, más técnica y también más accesible al paladar local sin perder autenticidad. Su cocina honra tradiciones mexicanas, muchas influenciadas por la abuela del fundador, un detalle que se percibe en las texturas, aromas y personalidad de cada plato.

Entre sus imprescindibles, hay uno que lidera titulares y repetidos pedidos: la cochinita pibil. Según el chef, fue la receta que más tiempo investigó, probó y ajustó hasta lograr lo que él describe —sin pretensiones— como lo mejor que puede ofrecer la cocina mexicana tradicional hecha con cariño lejos de casa. La carta, sin embargo, no se queda ahí: cada plato parece construido con respeto, paciencia y un sentido claro de identidad gastronómica.


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Y si hablamos de imperdibles, la ruta comienza con los tacos El Rey: pastosos, jugosos y con ese sello mexicano que no necesita presentación. Los carnívoros encuentran gloria en los de carnitas o birria, mientras que los vegetarianos tienen en los tacos de setas al pastor y el nopal una opción igual de sabrosa y nada secundaria. Como entrada, la tostada de ceviche con salsa tatemada es de esas que despiertan el apetito y hacen planear la segunda ronda antes de terminar la primera. Y como en cualquier buena cantina mexicana, aquí las quesadillas, costras y gringas no son acompañamientos: son protagonistas. Pedido tras pedido confirman lo mismo: en La Curandera, los tacos no se comen, se celebran.


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El apartado de coctelería merece mención aparte. Si bien la sede original terminó reinventándose como templo líquido tras los cambios post-COVID, la propuesta actual mantiene ese espíritu rebelde. Pero si hay un cóctel que resume el ADN de la casa es el Curanderita: tequila, Squirt, zumo de lima, limón y trozos de pomelo. Refrescante, juguetón y peligrosamente fácil de beber.


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Cinco años después, con dos espacios y una comunidad fiel, el éxito de La Curandera no parece casualidad. Se sostiene en constancia, producto cuidado y un servicio que entiende que el cliente no es un visitante, sino parte de la tribu. Porque más allá de recetas, cocteles y reputación, La Curandera es un lugar donde se va a comer, sí, pero también a celebrar, curarse del mal día y, como buena tradición mexicana, brindar por la vida —con tequila, mezcal y una buena historia detrás.


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📍Barceloneta - C/ del Judici, 12


📞 936 019 133


📍Eixample: Consell de Cent 236


📞931 250 821

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